Vale, aceptamos que Sabrina tenia un ojo un poco regular, que cantaba como un grillo pisao y que era mas basta que un condón de esparto... pero no me negarás, tunante, que sus buenas gayolas bolsilleras y frotamientos de pizarrín compulsivos provocó en tu niñez y/o adolescencia. Puede que ahora este mas desfasada que unos Yumas galaxy con la franja naranja, pero en su momento fue la diva de nuestros baños.
No me vengas ahora que las hormonas eran muy malas y que cualquier cosa con falda y tetas era capaz de provocar tocamientos de cuca a cascoporro, por que un hombre jamás reniega de sus pajas, el hombre debe ser fiel y leal a su cuca... sin ella no seriamos nadie y atizárnosla como monos esquizofrenicos es lo que nos a convertido en los hombres del Páramo que ahora somos.
3 comentarios:
Hombre, Sargento, a ver: yo me la habría cepillado, sí o sí, o sí. De hecho, si me cruzara ahora mismo con una jamelga como ella (tal y como sale en el vídeo, no la Sabrina de 20 años después...), el palot in my pocket iba a estar servido. ¿Que no es lo más fino en que mis ojos se han posado? Fijo que no. Pero el pizarrín a veces quiere que lo alimentemos a la gornú, no con exquisiteces.
Por cierto, detallazo en el vídeo, arriba a la izquierda, con el logo de la sección en que emitían la desgracia audiovisual: TOP KITSCH. Ahí lo llevas, clarito clarito.
Les daré una razón más para que se la machaquen a gusto en la intimidad de su cuarto de baño:
A mi las bizcas, como en el caso de la Sabrina de marras, me la ponen como el campo del Valencia. Son tias que mamando pollas no tienen precio. Las bizcas convergentes son tias que están a lo que están, con su rabo caramelizado en el punto de mira y concentradas en la labor; son jamelgas muy agradecidas y virtuosas en el noble arte de la felación. Las divergentes son chorbas multimedia que pueden estar rebañandotela con buenas maneras, y estar pendientes de otros temas como la limpieza del cuarto de baño, o viendo las milongas que suelta el cantizano y retroalimentando su quemazon vaginal; son chatis apañadas y señoras de su casa.
A su salud
Hombre, Leoncio, para qué negarlo: me has puesto morcillón. Gracias, machote. Si se te ocurren más porquerías, estás en tu casa.
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