jueves, 8 de noviembre de 2007

¿Confusión, perversión u oftalmología?


Al menos en lo que concierne al páramo, aquí conocíamos el beso con lengua, el beso negro, el beso blanco, el beso rojo-menstruación y el beso de Judas. Pero esta variedad de juego sexual nos ha cogido por completo con la guardia baja. Y no es porque seamos unos remilgados por aquí, precisamente. De hecho, frente a los posibles residuos que los lametones anteriormente citados pueden arrastrar a nuestro paladar -tropezones medio putrefactos de McNuggets, restos de papel higiénico adherido al ojal, leche condensada y coágulos de amor, por orden- una legaña reseca resulta hasta apetecible. Pero no nos queda demasiado claro cuánto apreciará el receptor la muestra de cariño. Sobre todo si antes nos hemos hartado de tabasco, vodka, jalapeños o cabrales. Ya me contarán qué tal.

1 comentario:

Sargento de instruccion Hartman dijo...

Beso quitalegañas de toda la vida, salado y crujiente.... mmmmmmmmmmmmmmm delicatessen sublime.

El sargento Hartman da el visto bueno y añade ¡¡pica con un ligero crujir!!